¿Se puede hacer carrera sin pasar por la universidad?
Inicié
mi carrera profesional muy joven. Mi primera nómina, un contrato de
prácticas como asistente creativo en la agencia de publicidad Tiempo
BBDO, está fechada en enero de 1979. Yo tenía 16 años y estudiaba por
las noches. Ahí entendí que el entorno de la comunicación, la
creatividad, la publicidad y toda la locura que conllevan se
convertirían en mi profesión, en mi pasión.
Y
así fue. Pasé 11 años por J. Walter Thompson, luego por Bassat &
Ogilvy y luego por Saatchi & Saatchi. En total, unos 20 años en el
entorno de la agencia de publicidad internacional, trabajando para
anunciantes de gran presupuesto y para marcas globales. Tras esos 20
años quise probar el sabor de formar parte del accionariado de una
empresa, así que acepté la oferta para dirigir la agencia barcelonesa
Altraforma. Corría el año 1998 y la experiencia no pudo empezar mejor.
¿Qué pasó con mi carrera universitaria?
No
le di prioridad. A los 18 había terminado el COU y obtuve una nota
excelente en el examen de selectividad. Podía elegir. Y como ya
trabajaba en publicidad, decidí –equivocadamente- matricularme en
Ciencias Económicas. Una decisión errónea para alguien de letras y
artes.
En
efecto, empecé Económicas, pero no acabé nunca, me aburría demasiado.
Aproveché la coyuntura para cursar un máster en marketing, dos años en
sesión nocturna muy productivos. A los 18, además entre en una nueva
agencia de publicidad, y a los 20 supe que no haría el servicio militar.
Volviendo
al tema, en Altraforma me sentía a gusto, trabaja con la misma
intensidad o más, fines de semana, algunas noches. Pero trabaja “para
mi”. Un cachito del resultado (si no recuerdo mal un 15%) era mio. En
2000 y 2001 conseguimos colocar a la agencia en lugares de ranking
reservados a grupos muy grandes. Éramos un bombón. Recibimos muchas
ofertas de compra de grupos multinacionales. Las circunstancias hicieron
que no se aceptara ninguna de esas ofertas (craso error) y que en 2003
se avistaran signos de desaceleración. Algún cliente perdido, algún
despido inoportuno, cosas que pasan en las mejores familias y que se
suelen superar.
El cambio
Pero
sucedió algo que marcaría mi vida para siempre. Sin saberlo, me instalé
en la “zona de confort“, en esa zona cerebral que impide ver la
necesidad de cambiar la manera de hacer las cosas. Es posible que alguna
circunstancia adversa en mi entorno familiar influyera en mi estado de
ánimo, pero fuera como fuere en septiembre de 2004 llegué a un acuerdo
de salida con el socio mayoritario de la agencia. Eufemismos al margen,
me despidieron de la compañía. Hablemos claro, por favor. Vendí mis
acciones y me fui en diciembre de ese mismo año, tras una fiesta de
Navidad que se convirtió en mi funeral publicitario.
En
enero de 2005, y gracias a algún anunciante que no se quería desprender
de mi, inicié mi propio negocio, Lateral Consulting. Lo de lateral
venía por la influencia positiva de Edward de Bono y su “Lateral
thinking”, un libro que se debería leer a los bebés en la cuna.
Ahí
descubrí que se podía trabajar como un burro y ser feliz. Las presiones
eran mis presiones, nadie me ponía metas, me las ponía yo solo. Sin
saberlo, ideé mi propio personal branding plan. En 2007 acepté una
oferta para gestionar en España el negocio de TVLowCost, una joven
agencia francesa que rompió moldes y abrió en dos años filiales por todo
el mundo desafiando con su filosofía a las grandes multinacionales. El
invento no funcionó aquí, lo que me dio nuevos parámetros para saber lo
que no hay que hacer, pero afortunadamente mi negocio con Lateral
Consulting funcionaba bien.
En
2007, desde Lateral, empecé a trabajar en proyectos de estrategia y
comunicación orientados a personas, a profesionales. Políticos,
emprendedores, personas que habían sufrido un despido… Aun no lo sabía,
pero mi buena amiga Linda Reichard un día me dijo que lo que yo hacía se
llama “personal branding“.
A principios de 2010, de la mano del que luego sería mi actual socio, Jordi Collell, asistimos a una jornada en Madrid sobre marca personal capitaneada por el sherpa Andrés Pérez Ortega, y en octubre de ese mismo año abríamos SOYMIMARCA.
El
Col·legi de Publicitaris de Catalunya me admitió como colegiado en 1998
y me envió el diploma de “Publicitario” en 2006, tras 30 años
ininterrumpidos de carrera en publicidad.
¿Se puede sobrevivir sin carrera universitaria?
Por supuesto. Mis claves fueron estas:
- La felicidad existe. Solo hay que ir a buscarla. Y eso se consigue superando miedos.
- Arriesgar es clave. Si no arriesgas puedes vivir razonablemente bien con un sueldo digno, pero será difícil que vayas a trabajar con el grado de motivación adecuado.
- Se puede vivir con menos. Muchas personas se cierran en banda a emprender por miedo a no llegar a los niveles de retribución que tenían trabajando como empleadas.
- Think big. Piensa en grande. Si tienes una buena idea, ponle recursos, no seas tacaño. No hay idea que prospere sin una inversión decente.
- Rodéate de los mejores. Hasta ahí el tópico. Pero quiero decir rodéate de las mejores personas, de gente a la que puedas confiar las llaves de tu vida. Despréndete rápidamente de quien no comparta tu grado de entusiasmo por el proyecto, se convertirá en un agente tóxico.
- Hazte un plan. Tu plan. Sigue un guión. Y ves adaptándolo según las circunstancias. No te cierres a cambios de rumbo, pero mantén el destino. Y recuerda, como dijo el poeta griego Constantino Kavafis, que lo importante no es solo llegar al destino, sino aprender del viaje sin forzar la travesía.
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